Los demonios

El 21 de noviembre de 1869 fue hallado en las afueras de Moscú el cadáver de un hombre asesinado. La policía averiguó que se trataba de un crimen político perpetrado por un grupo anarquista al que también había pertenecido la víctima, cuya muerte se debió a su deseo de abandonar las actividades subversivas. Este suceso, que causó notable revuelo en su época, sirvió Fiódor M. Dostoievski como tema para esta obra, fechada en 1871, en la que se narra la vida de un típico revolucionario, entregado a su misión con un empeño que parece movido por una fuerza demoníaca. Como contraste a su siniestro perfil, aparece la figura de su padre, un intelectual pomposo e irresoluto, cuya existencia vana y estéril parece explicar el radicalismo de su hijo.
Como es habitual en este autor, los personajes centrales son seres situados en el límite de la normalidad, al borde de lo inestable, y a los que el sufrimiento o la locura salvan de la mediocridad. El relato, muy extenso y prolijo, se adentra en el estudio de estos espíritus torturados y maléficos, que atraen y repelen a la vez, creando múltiples situaciones complejas a las que da forman un estilo febril, de construcción gramatical precipitada, quebrada por la emotividad. La tensión dramática, que se acentúa a medida que se acerca el desenlace y que se logra gracias a un clima obsesivo, casi mágico, del que los protagonistas no pueden evadirse, crea en el lector una viva atracción que le anima a superar una forma narrativa original pero también lenta, tortuosa, y de un desbordamiento afectivo que repercute en la frondosidad del lenguaje.
Dostoievski quiso reflejar en esta novela, «Los demonios«, el nihilismo espiritual del pensamiento revolucionario, que conoció por propia experiencia juvenil. Para ello analiza casi patológicamente el perverso mecanismo de las células inspiradas en el movimiento anarquista, intentando penetrar en el subconsciente de sus miembros. Sin embargo, a este propósito inicial se sobreponen, en el desarrollo narrativo, dos de los grandes temas tratados en toda producción: el crimen y la existencia de Dios. Sobre este último expone una serie de opiniones tan vehementes como confusas, vagamente panteístas y que revelan dudas angustiosas, nacidas de un empeño de personalizar la religiosidad, rechazando de hecho doctrinas objetivas e instituciones eclesiásticas.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa

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