El hombre que compró un automóvil

Wenceslao Fernández Flórez novelista y cronista parlamentario español, abandonó los estudios para dedicarse al periodismo. En 1914 se trasladó a Madrid. Su obra muestra un intenso sentimiento del paisaje y de la tierra gallega, así como un acendrado lirismo. De sus obras destacan “La procesión de los días” (1915), “Volvoreta” (1917), con la que consiguió el premio del Círculo de Bellas Artes, “El secreto de Barba Azul” (1923), “Las siete columnas” (1926), “Fantasmas” (1930), “Aventuras del caballero Rogelio de Amaral” (1933), “Una isla en el Mar Rojo” (1938) y “El bosque animado” (1943).
Cuando Fernández Flórez escribió “El hombre que compró un automóvil”, la civilización del automóvil estaba en su fase idílica, y aún se desconocían voces como embotellamiento o atasco. Por eso sorprende tanto la inquietante profecía del mundo que se avecinaba, un mundo poblado de «seres mecánicos que se mezclan en nuestra vida, coexisten con nosotros, nos entorpecen o nos ayudan y hasta nos matan». Si en el cuerpo de la novela predominan la ironía, la caricatura, la hipérbole y el sarcasmo, capaces de excitar la hilaridad del lector, el Colofón se tiñe de tonos sombríos e incluso trágicos, y la ironía se diluye en amargura ante la visión caótica y absurda de un mundo insospechablemente cercano.

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