Quedaos en la trinchera y luego corred

Alfie es un niño inglés de Londres que cumple cinco años el 28 de julio de 1914. En esa misma fecha se iniciaron los primeros enfrentamientos de lo que se ha llamado después la primera guerra mundial. Apenas cuatro días más tarde el padre de Alfie se alista como voluntario en el ejército de su país.

La obra de John Boyne narra la mala situación económica del pequeño protagonista y su madre durante los años de guerra, el miedo a recibir el telegrama que anuncia la muerte de un soldado y la angustia del chico cuando dejan de llegar cartas de su padre. El clima tenso de un país en guerra, la desconfianza hacia los extranjeros susceptibles de ser considerados espías, la escasez de alimentos y el rechazo a los objetores de conciencia, configuran un panorama de oscuridades y carencias que refleja acertadamente el dolor de la población civil. En paralelo, las escenas del frente son estremecedoras por su violencia y los efectos que este encarnizamiento produce en los soldados se reflejan de modo conscientemente realista. Por casualidad, Alfie se entera de que su padre ha sido trasladado a un hospital psiquiátrico a causa de síntomas preocupantes de trastorno mental. Sin que se entere su madre va a visitarlo y decide sacarlo a escondidas del pabellón donde se encuentra, convencido de que en casa curará antes y mejor. La figura del hijo que logra rescatar a su padre de la neurosis de guerra (“Quedaos en la trinchera y luego corred”) a base de cariño y que durante mucho tiempo ha ayudado a su madre a mantener la casa trabajando de limpiabotas, ofrece un ejemplo de valor y energía frente a la adversidad. A la vez, constituye una expresiva imagen de las víctimas civiles de cualquier conflicto armado. La novela, técnicamente bien construida y escrita con notable soltura de estilo, evoca con ternura la dureza de una época de temor y privaciones, vista desde la perspectiva de un niño ingenuo, decidido a hacer cualquier cosa por su familia, movido por la mejor razón del mundo. Por amor.

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