- Título original: Nos richesses
- Autor: Kaouther Adimi
- Editorial: Libros del Asteroide
- Traducción: Manuel Arranz
- Nº Registro: 11589
- Género: Novela
- Edades: Todos
- Tipo: Normal
Con esta novela, “Nuestras riquezas”, que lleva como subtítulo “Una librería en Argel”, finalista de los premios Goncourt y Médicis, la autora, Kaouther Adimi (Argel, 1986), ha querido realizar un homenaje al editor y librero Edmond Charlot (1915-2004), que fundó en 1936 una librería y editorial en la que se publicaron libros de Camus, Giono, Bernanos, Vercors (de él publicó su exitoso libro El silencio del mar), Roy, Fouchet, Kessel, Roblès, Gide, García Lorca… y que se liquidó completamente en 2017.
La novela transcurre en dos planos cronológicos. Por un lado, se cuenta el viaje que hace Ryad en 2017 desde París a Argel para ganarse un dinero desmontando una biblioteca que se va a convertir en una buñolería. Por otro, la parte más importante e interesante, se sitúa a partir de 1936 cuando el joven Edmond Charlot decide crear una biblioteca, una librería y una editorial en un pequeño local que se llamaría ‘Las Verdaderas Riquezas’ en recuerdo de uno de los más famosos libros del escritor francés Jean Guiono, una aventura sin desierto ni panteras, pero una aventura al fin y al cabo’ que le deja completamente endeudado. La librería se instala en una calle bulliciosa, agitada y vibrante encajonada entre una pizzería y una tienda de ultramarinos.
Pasado y presente se dan la mano para evocar la labor intelectual de este editor y revivir también el clima literario y libresco que se vivió en la capital de Argelia antes y después de la Segunda Guerra Mundial, un espacio para ‘los amigos que aman la literatura y el Mediterráneo’ y lugar de encuentro de numerosos intelectuales franceses de la talla de André Gide, Sáint-Exupéry y, sobre todo, Albert Camus, que tuvo una relación más estrecha con el editor. A la vez, la librería es testigo de los cambios que se dan en Argelia durante décadas y el doloroso proceso de independencia que vivió.
Sobre todo, la novela evoca el amor a los libros por parte de Edmond Charlot, que hizo todo lo posible por sacar sus proyectos adelante. En una entrada de su diario de 1938, dice: ‘Demasiado entusiasmo, demasiadas ideas que me agotan. Los proyectos continúan surgiendo, pero no tengo más remedio que poner freno a mis grandes sueños: mis recursos financieros más que limitados me obligan a tener los pies en la tierra’. En otra entrada de 1942 se queja de que no tiene ‘ni papel, ni hilo para encuadernar, ni tinta, ni nada de nada. Recorro la ciudad buscando cualquier cosa para publicar, imprimir, editar. ¿Hojas de árbol? ¿Tierra? ¿Barro? Ya no se me ocurre qué hacer’.
A pesar de las restricciones y dificultades, su labor se extendió también a Francia, donde amplió en París el prestigio de su librería y editorial. Como escribe en 1947, ‘he pasado de una pequeña editorial artesanal a una empresa ahogada por los pedidos y… las deudas. No duermo’. Sin embargo, la pésima situación económica le obliga a tomar decisiones drásticas y a cerrar la editorial de París. Regresa a Argelia cuando comienza a recrudecerse el clima político. Incluso algunas de sus librerías sufren un atentado, ‘una vida entera reducida a escombros’. A pesar de todo, no decrece su entusiasmo.
La autora evoca con nostalgia aquellos años y los proyectos puestos en marcha por Charlot. ‘Las verdaderas Riquezas’ ocupa un lugar destacado en la memoria cultural de Argel y de la evocadora calle Hamani donde se levantaba en árabe y francés el cartel que fue durante décadas el estandarte de su librería: ‘Un hombre que lee vale por dos’.
Adolfo Torrecilla.