La ladrona de libros

Entre 1939 y 1945, una niña alemana, de nueve años al comienzo de la acción, vive con un matrimonio que la acoge cuando su madre, enferma, pobre y perseguida por sus afinidades comunistas, la entrega en acogida por no poder mantenerla. La guerra, el hambre, la presión de las autoridades y el problema de los judíos, que ella vive de cerca ya que en su casa hay uno escondido en el sótano, marcan su paso de la infancia a la adolescencia con rasgos de tristeza y dolor. Sin embargo, su padre adoptivo, que la enseña a leer, abre para ella un mundo de consuelo y refugio a través de los libros, que desea tanto que llega a robarlos.

Markus Zusak, el autor, australiano, se ha inspirado en recuerdos y vivencias de sus padres, venidos de Europa, para elaborar un elogio de la lectura como tabla de salvación incluso en los peores momentos. Escrita con una técnica muy original, que incorpora con buenos resultados muchos elementos gráficos, y narrada por un testigo tan privilegiado como sorprendente, esta novela seduce por su mezcla de dramático realismo, humor, poesía y ternura de sentimientos. Los personajes están todos muy bien trazados, la acción es ágil, aunque bastante extensa, y el estilo, sencillo y dinámico, encierra una lapidaria expresividad. Al margen de críticas ideológicas y distinciones demagógicas entre buenos y malos, “La ladrona de libros” pone de manifiesto el sufrimiento de los civiles en la guerra y subraya la supervivencia del alma tras la muerte, pero, sobre todo, destaca la lectura como antídoto de la desesperación y la familia y la amistad como lo más valioso que posee el ser humano.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa.

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