Hipólito

Junto con Esquilo y Sófocles, los otros dos grandes trágicos de la Grecia clásica, Eurípides (484-407 a.C.) contribuyó a elevar el género teatral hasta las más altas cimas de la perfección estética y a plantear los conflictos morales más permanentes y profundos de la condición humana. De las noventa y dos piezas atribuidas a su genio, sólo diecinueve han llegado hasta nosotros.

Hipólito” (428 a.C.) acompaña a Medea en la cima de la creación de Eurípides. Muestra la terrible pasión de una mujer enamorada y la firmeza casi enfermiza de un muchacho perfecto. Fedra desea a su hijastro “Hipólito”, casto y adepto a la diosa Artemis, quien la rechaza. En una carta dirigida a Teseo, su esposo, Fedra acusa a “Hipólito” de haberla seducido, acusación que tendrá graves consecuencias. Éstos son los dos personajes más heroicos del dramaturgo, al punto de que él incurre en hybris, o insolencia frente a los dioses. Sin embargo, media ya un abismo entre ambos y los héroes arquetípicos de Esquilo y Sofocles, puesto que son humanos en su inconstancia.

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