- Título original: Hminharah
- Autor: A. B. Yehoshua
- Editorial: Duomo
- Traducción: Raquel García
- Nº Registro: 11937
- Género: Novela
- Tipo: null
Las novelas israelíes actuales, o bien se desarrollan en las grandes ciudades o están deslocalizadas. En este caso la acción va a estar centrada en el sur, el desierto del Negev, una región desértica poco conocida y que el autor con unas breves pinceladas muestra la dureza y la belleza de esta extensa zona del sur de Israel.
A.B. Yehoshua (Jerusalén 1936) ha escrito una novela que muestra la grandeza y la decadencia de un hombre. El protagonista es Zvi Luria, un ingeniero civil que durante años ha sido uno de los constructores de carreteras y autopistas en la parte norte de Israel; ya está jubilado y el neurólogo le diagnostica una atrofia cerebral leve que, aunque es aún pequeña, poco a poco, irá yendo a más.
La mujer, Dina, jefa de pediatría de un gran hospital de Tel Aviv ya próxima a la jubilación resta importancia al diagnóstico, pero Zviv sufre un deterioro de memoria que avanza poco a poco: no recuerda el nombre de las personas ni cuestiones de la vida diaria y está muy inseguro. En la jubilación del ingeniero que era su mano derecha le invitan a pronunciar un discurso y desde ese momento van a cambiar las cosas porque a través de su mujer acaba de convertirse en el empleado gratuito de un joven ingeniero hijo de un antiguo compañero. Cuando era ingeniero jefe había separado el trabajo de cualquier contacto social o familiar con sus empleados para no crear conflictos afectivos y laborales, pero ahora va a ser distinto y se va a involucrar en la vida de aquellas personas, a partir de su colaboración para proyectar una carretera secreta en la parte sur de Israel, la zona del desierto del Negev.
No ha perdido su capacidad como ingeniero, lo que se comprueba en el primer viaje que hace con Asahel Maymoni, al futuro emplazamiento junto al cráter Ramon y la ciudad de Mitzpe Ramon. Allí conocerá a unos extraños habitantes con los que se implica y comenzará la epopeya de buscar la solución de la carretera, perforando un túnel para preservar a esa familia y no suprimir una pequeña montaña. Ese túnel es la base de todo un relato, que es sobre todo humano.
Hablar desde la propia vejez de la misma vejez, con elegancia y magistralmente es lo que logra este brillante autor. Queda claro el miedo que tenemos todos a la demencia, a la decrepitud a no poseer ya las habilidades que se van perdiendo paulatinamente, y que nos reducen a una persona distinta y dependiente. En el relato no hay sentimentalismo, sino aceptación pacífica de la situación y la importancia de sentirnos amados y respetados y para ello es importante el amor de los esposos después de 48 años de casados, mostrado con detalles concretos, enternecedores y estimulantes y en ocasiones divertidos. El amor de los hijos y los nietos, sobre todo el del hijo que, aunque vive en el norte, se traslada a Tel Aviv para atender a sus padres, pero es impulsivo y aprensivo y atosiga al padre, al contrario que la madre y la hermana. Virtudes como la paciencia, la lucha por superarse, la humildad para dejarse conducir, el afán por conocer a las personas para poder ayudarlas y la generosidad de todos los personajes hacen de esta novela un buen desarrollo de la grandeza humana. Es verdad que no hay ningún detalle trascendente, pero rezuma la obra divina por todas partes.
Los detalles que se cuentan en los relativamente breves capítulos muestran la filosofía pacifista de Yehoshua desarrollada en todas sus obras. Los palestinos quedan bien y los judíos sin quedar mal necesitan que se justifiquen más sus acciones, pero no de un modo hipócrita y resaltando su lado bueno.
“El túnel“ es una buena novela, bien escrita, amena y amable, que gustará a todos.
TROA.