El nuevo Estado industrial

John Kenneth Galbraith es uno de los economistas más brillantes e influyentes del siglo XX, fue profesor de economía en las universidades de California, Princeton, Cambridge, Bristol y Harvard. Su mayor preocupación no era el análisis econométrico o la teoría económica sino analizar las consecuencias de la política económica en la sociedad, de forma accesible y eliminando gran parte del tecnicismo propio de los economistas. Desempeñó cargos públicos desde la época de la segunda guerra mundial, bajo el mandato de Franklin D. Roosevelt, y fue nombrado por John F. Kennedy embajador de los Estados Unidos en la India. Entre sus obras destacan La sociedad opulenta, El crash de 1929, Historia de la economía, Breve historia de la euforia financiera y La cultura de la satisfacción.
Cuando se cumplieron 50 años desde la publicación de John Kenneth Galbraith de su obra «El nuevo estado industrial«, uno de los raros casos en que un economista fue capaz de captar la imaginación del público y centrarse en el debate sobre las grandes cuestiones económicas. Como mucha gente hoy, Galbraith estaba preocupado por el poder corporativo sin control. En «The New Industrial State» teorizó que, sin control gubernamental, las grandes corporaciones acabarían controlando la economía y la política de los Estados Unidos. Ese control nunca se concretó, pero tampoco lo que había anticipado la teoría de Galbraith.
Este prestigioso e influyente intelectual observó que, en la economía estadounidense del siglo XX, las industrias clave estaban dominadas por pocas empresas muy grandes.
¿Por qué esas empresas eran tan grandes? La respuesta de Galbraith fue que tenían que serlo porque la tecnología requería grandes cantidades de capital para ser implementada. La propiedad de la empresa estaba así divorciada de la administración de la empresa y los gerentes tenían los incentivos y las habilidades de los burócratas, y, en consecuencia, crearon la burocracia. A ninguna de estas personas les gustaba el riesgo y todas ellas dedicaban sus esfuerzos a la reducción del riesgo. Se alejaron de los movimientos audaces con gran potencial y percibieron a la rigidez como un objetivo potencial en lugar de un problema.
Al final, tal vez no tengamos una economía estadounidense dominada por tecnócratas corporativos, como Galbraith imaginó. En cambio, tenemos una economía dominada por individuos ricos que se alinean con el ‘Gran Capital’. Si Galbraith estuviera vivo, sin duda estaría preocupado por esta concentración de poder.

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