El amigo oculto y los espíritus de la tarde

En la obra de Concha López Narváez, “El amigo oculto y los espíritus de la tarde”, que fue premio Lazarillo en 1984, destaca por la tarea de reconstrucción lingüística de un dialecto, algo relativamente infrecuente en nuestra literatura infantil y juvenil. La obra trata de la soledad y la despoblación rural con ánimo positivo (o un realismo optimista si la combinación es posible). Un golpe del viento de poniente deja solo a Miguel en el pueblo de Carcueña al causar la muerte de su abuelo mientras arreglaba un tejado. Pero no es una soledad total: están los espíritus del pueblo (el José María Cornelio, el barbero, María la Paloma), una presencia que Miguel siente muy viva debido a las vigorosas historias que le explicaba su abuelo y también un extraño amigo oculto que lo ayuda a tirar adelante en varios casos de adversidad. La trama se complica cuando aparecen en el pueblo unas gentes que parecen venidas de la ciudad.

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