Poesía barroca. Góngora, Lope y Quevedo

Nadie mejor que Góngora define el espíritu barroco en lo que tiene de extremado: al deliberado gusto por la elipsis, la metáfora y a la oscuridad formal en sus grandes poemas se contraponen la sencillez, el regusto popular y la facundia de sus romances y letrillas. Unos y otros son admirable muestra del talento multiforme de uno de los grandes nombres del Siglo de Oro.

Los sonetos de Lope de Vega recorren, desordenadamente y con incrustaciones de otros asuntos, el itinerario obligado de los canzonieri petrarquistas. Los conflictos amorosos con [Elena] Osorio dieron origen a una celebrada serie sonetil de Lope: la de los mansos. El motivo pastoril se recrea en una trilogía formada por el soneto «Vireno, aquel mi manso regalado», conservado en el «Cartapacio Penagos».

Francisco de Quevedo fue un magnífico escritor y un poeta prolífico. Esta recopilación de su obra barroca refleja la amplia variedad de los temas que abordó, desde poesías festivas hasta satíricas, pasando por filosóficas, políticas, religiosas y amorosas. Quevedo es al tiempo un admirable estilista, capaz de acuñar imágenes potentísimas, y un pensador profundo que expresa con refinado estoicismo el desengaño, fruto de una inexorable decadencia.
Se reúne en el libro una antología de «Poesía barroca» de los tres autores.

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