Orestes; Medea; Andrómaca

Las tres obras de Eurípides incluidas en este volumen se cuentan entre las más representativas del gran trágico ateniense. Eurípides (c. 480-406 a.C.) vivió en la época del mayor esplendor político y económico de Atenas, asistió a la construcción del Partenón y los más hermosos monumentos de la Acrópolis, y compartió con sincero patriotismo el orgullo de los ideales democráticos. Son muchos los datos que desconocemos de su vida. De su obra se han conservado dieciocho tragedias, casi todas ellas escritas en la etapa de plena madurez del autor.

Orestes”, representada en el 408 a.C., es una de las últimas obras del autor. Clitemnestra, culpable de la muerte de su marido Agamenón, es asesinada por su hijo “Orestes”, quien ante la enormidad de su acto se ve acosado por las Erinis y enloquece. A partir de aquí se plantea un debate sobre si el matricidio ordenado por Apolo y cometido por “Orestes” es o no justo, y si éste podría haber actuado de diferente modo. Cada uno de los personajes adopta su postura para juzgar el crimen: Electra apoya a su hermano; Tindáreo, su abuelo, se muestra implacable con “Orestes”; Menelao, hermano de Agamenón, es incapaz de adoptar una decisión firme; Helena, hermana de Clitemnestra, lamenta el asesinato, pero no culpa a “Orestes” por haberlo llevado a cabo; y Pílades, amigo de “Orestes”, le ofrece a éste su apoyo incondicional. A lo largo de la obra, el protagonista pasará de sufrir tormento por su crimen a actuar con determinación.

 

La más importante de las obras de Eurípides y uno de los trabajos que mejor representan su concepción de lo trágico, muy distinta a la de Sófocles y Esquilo. Jasón no solo regresó de la Cólquide con el vellocino de oro, sino que también sedujo a la hija del rey Eetes, “Medea”. A su vuelta a Yolco, hallan un escenario de traición familiar del que huyen dejando un rastro carmesí. Cuando recalen en Corinto, “Medea” desplegará una pavorosa venganza contra Jasón al descubrir que pretende a la hija del rey Creonte. Este imperecedero personaje femenino recoge las leyendas que veían a la hechicera como una mujer exótica y salvaje que, por amor, despierta el lado atroz de lo humano. Sus coetáneos decían que Eurípides prefería representar «las cosas como son y no como debieran», y ello quizá sea lo que nos sigue atrayendo de esta princesa extranjera: su cruda realidad, su repulsión natural hacia el perjurio, su asimilación negada, su temible ira, su compromiso con la sangre.

Vinculada al ciclo de Troya, “Andrómaca” explora la historia de las cautivas troyanas, dejando transparentar un sentimiento antibelicista que hay que conectar con la Guerra del Peloponeso en la que por entonces Atenas se hallaba implicada.

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