Monólogo de una mujer fría

En la galería de caracteres o tipos femeninos, cuya creación se debe a la novelística española contemporánea, difícilmente hallaríamos una figura de mujer tan palpitante de vida como esta Anita Peñalver, ‘dueña y señora más que protagonista’ -según su progenitor literario, Manuel Halcón-, de su novela «Monólogo de una mujer fría«.
En «Monólogo de una mujer fría» palpitan determinadas formas de la vida actual en la alta burguesía, con lo que el ‘documento’ proporcionado por la aguda observación del autor enriquece los valores literarios, lingüísticos y psicológicos de esta gran novela.
M. Fernández Almagro.
La conformación o estructura mental que ha producido esta novela me atrae con una fuerza desusada. Halcón es antropocéntrico, pero con la novedad cristiana, si se me permite esa fórmula paradojal, de que reconoce a la felicidad del hombre un límite claro: la felicidad de los demás. A la trágica sentencia camusiana que dice que los hombres mueren y no son felices, Halcón opone, en nuestro parecer, otra más hermosa: los hombres viven y pueden alcanzar la felicidad. Y es curioso que mientras Camus simboliza en el sol la agresividad de los valores objetivos hacia el hombre (y en esta breve explicación, aparentemente absurdo, va todo Camus, todo Kafka y todo Faulkner), Halcón da al sol un poder benéfico y alegre, porque permite que el hombre vea más claramente al hombre. La felicidad es posible sobre la tierra y el sol es bueno.
Carlos Luis Álvarez.

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