Helena o El mar del verano

En esta obra, el autor hilvana algunos recuerdos de su infancia e impresiones de su adolescencia en torno a escenas caseras de intenso sabor familiar y hogareño, como la llegada al lugar del veraneo, la celebración de una fiesta o el surgir de su primer amor hacia la prima «Helena«.
Julián Ayesta, abogado y diplomático de profesión, ofrece aquí una breve pero deliciosa pieza literaria. El autor-adulto se diluye magistralmente en el protagonista-niño, vertiendo todo un mundo de ensoñación infantil, con sus temores, sus alegrías, sus sueños y, sobre todo, su paulatino descubrimiento del amor al borde de la adolescencia. Las descripciones poseen la inmediata plasticidad del que ‘estrena la vida’ y todo le sorprende, pero además sabe trasmitirlo con aguda penetración y delicado lirismo.Paralelamente a ese mundo, ha captado los más leves matices del despertar de una conciencia en la que el ‘yo’ va cobrando sentido. Por detrás de estas páginas se adivina la sensibilidad exquisita de un observador sagaz. El estilo posee la frescura e ingenuidad típica de los pocos años: traduce fielmente los esquemas de pensamiento asociativo característicos de la infancia, de forma que casi pasa inadvertida la prosa depurada y correcta de un gran estilista. Sólo los pasajes en los que hace referencia al mundo clásico delatan la pluma erudita y cultivada del autor. La visión introspectiva de la infancia de Ayesta resulta diáfana y reconfortante. El capítulo en el que vierte las sensaciones del remordimiento tras el pecado mortal y los que describen el despertar amoroso del protagonista están enfocados correcta y limpiamente.
© Reseñas bibliográficas Fundación Troa.

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