El hombre que subrayaba

La protagonista no le encuentra sentido a su vida: se aburre profundamente. Hasta que un día, por casualidad, descubre en un libro prestado una frase que parece expresamente destinada para ella y, en la última página, la sugerencia de una nueva lectura. Comienza así un juego del escondite entre ella y “El hombre que subrayaba” y también una especie de diálogo a través de Dostoieski, Kierkegaard y otros personajes de la historia de la literatura y de la cultura. Caroline Bongrand convierte así un amor a la novela en una novela de amor.

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