- Autor: José S. Lasso De La Vega
- Editorial: Rialp
- Nº Registro: 6976
- Género: Ensayo
- Edades: Todos
- Tipo: Normal
El ideal educativo griego en la Antigüedad, se configuró sobre la base de una búsqueda de la armonía entre la educación física, la educación intelectual y la educación moral. El punto de equilibrio en la paideia griega reside en un ideal de perfección del ser humano donde se encuentran la razón tras el conocimiento, los valores éticos, la gimnasia del cuerpo y la respuesta a las tareas prácticas de la existencia cotidiana.
La paideia (en griego παιδεία, «educación» o «formación», a su vez de παις, país, «niño») era, para los antiguos griegos, el proceso de crianza de los niños, entendida como la transmisión de valores (saber ser) y saberes técnicos (saber hacer) inherentes a la sociedad.
El ideal de paideia estaba dado por la estructura específica de la «polis griega», en que una casta relativamente reducida de ciudadanos, exentos de las necesidades manuales con la excepción de la guerra, dedicaban su vida a la participación en los asuntos cívicos. El dominio cuidado de la lengua griega distinguía a los locales de los forasteros e inmigrantes; la expresión oral, cuidadosamente elaborada, respondía la obligación de mostrarse como un individuo refinado en el ágora, donde las habilidades persuasivas resultaban cruciales. Las ciencias puras indicaban una disposición de ánimo objetiva y poco concernida con los asuntos mundanos, una cualidad deseable en un potencial legislador. Las proezas gimnásticas confirmaban el dominio de sí y el carácter viril —también garantizado por el comportamiento en combate— que completaban el perfil aristocrático.
El lugar del concepto de paideia fue ocupado en Roma por la humanitas, que en textos de Cicerón significa claramente cultura, educación y pedagogía propias del hombre libre y a la cual están relacionadas todas las disciplinas. Humanitas llegó a indicar el desarrollo de las cualidades que hacen al hombre un ser verdaderamente humano, que lo enriquecen con una cultura y lo diferencian del bárbaro. El concepto implicaba por tanto la construcción del hombre civil que vive y opera en la sociedad humana. De aquí proviene la designación de «humanidades» para los estudios vinculados a la cultura y el movimiento ideológico, filosófico, pedagógico y cultural conocido como Humanismo que caracterizó el Renacimiento grecolatino en Europa. La noción se rescató reiteradamente a lo largo de la historia occidental por parte de movimientos aristocratizantes que oponían una concepción global de la formación humana al énfasis en las habilidades prácticas; un movimiento de este tipo inspiró a Pierre de Coubertin a restaurar la tradición de los juegos olímpicos.
Lo explica José S. Lasso De La Vega en “Ideales de la formación griega” al mismo tiempo que hace la comparación entre las formas de pensar y vivir griega y la nuestra, sobre todo con las incorporaciones materiales, intelectuales y espirituales que aportan, primero el judaísmo y luego el cristianismo.