Isabel la Católica

Rubia, altiva, de ojos claros, risueña, temperamental. Una mujer curiosa, con una voz menos clara que la del rey Fernando pero con una nítida pronunciación castiza. Amante apasionada de su esposo. Austera en sus costumbres, abstemia, gustaba en cambio de las grandes pompas en las ocasiones señaladas. Coqueta, fue famosa su pasión por las telas llegadas de Holanda y por los cosméticos, que buscaba en los principales mercados de la época.

Bajo su mandato se establecieron las bases del Estado moderno: reforzó el poder central, sometió a la nobleza y veneró y favoreció a la Iglesia, aunque plegada a la razón de Estado. Su proyecto político trascendió las fronteras de Aragón y Castilla, para ello concertó hábilmente los matrimonios de sus hijos: emparentó a Isabel y María con el Reino de Portugal; a Juana la Loca y al infante Juan con la Corona de Austria; y convirtió a Catalina en esposa de Enrique VIII. Más allá de Europa, su apoyo a la aventura americana abrió la Corona española al Nuevo Mundo.

Es imposible comprender la historia de nuestro país sin atender a «Isabel la Católica«: firme en su religiosidad, clarividente en su quehacer político… Una mujer que se anticipó a su tiempo y que nos presenta Tarsicio de Azcona en esta entre biografía y semblanza histórica.

Deja un comentario